domingo, 2 de agosto de 2009

Espejos

Espejos


El espejo es un elemento recurrente en mi obra, abundan, se reproducen.
Me interesan especialmente porque me permiten reflejar la realidad desde puntos de vista diversos, enriqueciendo el campo de la imagen y el contenido.




Mudar la piel. Óleo s/ madera. 116 x 89 cm.
Los monstruos, las formas y las metamorfosis que vamos engendrando.
La convivencia con el lado oscuro, en un sitio muy claro... casi cegador.



Narcisos. Óleo s/ lienzo 97 x 97 cm.
Muchos EGOS reunidos




El Show debe seguir. Óleo s/ lienzo 81 x 100 cm.
La soledad del espejo, tu y tus imágenes.




Juegos de la memoria.
Óleo s/lienzo. 97 x 110




El patio de Margarita. Óleo s/ lienzo . 100 x 110 cm.

Margarita, mi amiga de la infancia. Las huellas de un camino sin recorrer.
Marcó una sensibilidad abrió puertas insospechadas.





Lo que fue. Óleo s/ lienzo 81 x 130 cm.
Tiempo - Espacio. Los juegos de la memoria





En busca del padre. Óleo s/ lienzo. 97x 160 cm.
Éste es un homenaje a Pedro Páramo. Novela que me fascina cada vez más.
Imaginarias duplicidades, existencias ambiguas, los fantasmas, la vida, todo.
Gracias a Juan Rulfo por esa lucidez ultra sensible!




Mundo Grúa. Óleo s/ lienzo 97 x 160 cm.
Las grúas lo usurpan todo. Vuela hombre, vuela.



Espejos
Texto de Adela García, amiga, poeta y hermana de sensibilidad.


Fusión de opuestos. En cada uno de sus cuadros, Silvina Socolovsky logra concitar con intensidad y eficacia luz y tinieblas, suavidad y dureza, realidad tangible e imaginario, pureza y sordidez, inquietud amenazante e invitación apaciguadora.

La presencia de elementos arquitectónicos como constante en su obra sirve para configurar con precisión un espacio onírico. Como sucede en los sueños, en sus lienzos confluyen en libertad absoluta personajes y circunstancias incoherentes sólo para la lógica, y en ellos se condensan con simultaneidad tiempos distintos: los muertos están vivos, los vivos son fantasmas, la Bella se vuelve Bestia, la amada, cautiva, nos asomamos al mañana por la ventana del ayer y un animal salvaje es capaz de concentrar en sí la más dulce ternura.

Escaleras por doquier que no suben ni bajan a ninguna parte. ¿Simple ornamento? Referencia a niveles diferentes. Pues para navegar por las atmósferas uterinas y envolventes tan genialmente recreadas por la autora hay que bajar, descender en lo profundo, atreverse a abandonar la superficie, sumergirse en el océano de lo no nombrado, atravesar las barreras temporales, estar dispuestos a transitar por los jalones empinados de la memoria, del olvido, preparados para el asombro. Un descenso al infierno del hospicio, al laberinto atenazador del vientre urbano, al hogar subterráneo del aislamiento coleccionista, a las ruinas del pasado, el vértigo de las pulsiones, el naufragio de la soledad, el esqueleto trabado de los días difíciles, la vulnerabilidad de la desnudez sin máscaras.

Entonces mudamos la piel. Vuelve la vida a desarrollarse en el plano del día, emergemos íntegros, con alma y expresión, de las cuevas del sobresalto. Ahora osamos extender sobre el descolorido tapete de baldosas ajadas el rastro evocador. Los espejos, testigos, reproducen resquicios insospechados de la realidad multiplicada. La profundidad se disuelve en agua purificadora que discurre con sosiego y júbilo por lo cotidiano. Acuden al reclamo del pincel los antiguos guardianes, rémoras caducas hoy que no impiden ni obstruyen.

Ya entra a raudales la luz y alumbra de promesas de oro las fecundas estancias. Cede el adentro en su anterior hermetismo. Ya las escaleras, grandes alas, cobijan y propulsan el sueño de Silvina, que es de liberación y apertura.

Adela G. García
poeta



1 comentario:

Eloísa dijo...

Todos tus cuadros me fascinan, por todos los rincones encuentro detalles nuevos y evocadores. Pedro Páramo sigue siendo mi favorito. Excelente homenaje a una gran novela.
Enhorabuena, amiga.